Un 3% de las personas que salen de prisión van hacia una situación de abandono, es decir, sin trabajo, sin vivienda y sin nadie esperándoles a la salida.
Aún cumpliendo el Sistema Penitenciario con uno de sus objetivos, la plena conciencia de que será más útil para sus hijos, para su familia y/o para la comunidad en general si dedica todo su ímpetu al desarrollo de un trabajo, hace que ese sujeto emerja de nuevo a la sociedad rehabilitado y resocializado.
En cambio, esa misma sociedad realiza sobre el individuo un "etiquetamiento", una "estigmatización" que provoca una sucesión de violaciones ilegítimas e injustas, que no tienen en ningún momento razón de ser.
Ejemplos de casos donde se hace plenamente visible dicha intolerancia:
- Negación de puestos de trabajo, donde el sujeto puede ser un técnico perfecto, con un currículo estelar, pero dentro de él encontramos la perpetración de un hecho delictivo, por lo que ya es marginado. En el mejor de los casos, le es ofrecido uno de menor categoría o calidad, incluso el mismo puesto, pero con un salario que no se corresponde con el que normalmente debería ser.
- Las personas evitan espacios de diálogos con ex reclusos, y cuando lo hacen, en la gran mayoría de los casos, sólo se circunscriben a temas referidos a delitos y conductas delictivas, hechos cometidos por ellos con anterioridad o de reclusos que estuvieron con ellos en prisión y que tuvieron trascendencia en la comunidad.
- Los medios de comunicación emiten a la sociedad juicios de valor sobre posibles actitudes de reos al salir de prisión, la no-desvinculación de ese tipo de vida delictiva y, sin mala fe, inculcan el odio social hacía este sector poblacional.
“Cada una de estas acciones presentes en las sociedades, constituyen una imposibilidad a la real convivencia que leíamos de niños en los libros; no se limitan sólo a impedir una conciliación social, sino también una reconciliación, donde todo lo demás sería sólo utopía”.
Rafael García Collada.
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